Después de una década prácticamente perdida, la economía española continúa creciendo por encima de la zona euro y creando empleos. Pero esas cifras dejan en segundo plano un gran paquete de temas centrales y pendientes que Bruselas expone en el análisis del llamado Semestre Europeo, que establece las políticas económicas, fiscales y sociales prioritarias que los países deben emprender en el año en curso. El informe concluye que, en general, el progreso de España en el último año ha sido “limitado”. Es decir, un pase raspado. Y advierte que esta lentitud también se debe al contexto político de los últimos doce meses, con un cambio de gobierno y la convocatoria de elecciones en abril.

Ha habido crecimiento. Y se espera que continúe existiendo. Pero el informe advierte que todavía hay “grandes desafíos”. El principal: reducir esa capa de ciudadanos que se ha quedado fuera de la recuperación. “El desempleo está disminuyendo rápidamente, mientras conduce a una ligera disminución de la pobreza y la exclusión social, pero demasiadas personas aún no tienen trabajo o tienen contratos de trabajo temporales y la desigualdad en los ingresos es fuerte”, dice la Comisión Europea.

En comparación con la expansión “robusta” de los últimos años, Bruselas solo ve “ligeras mejoras” en los campos laboral y social. La tasa de empleo, señala, sigue siendo baja. Y destaca dos factores que resaltan la actual precariedad del mercado laboral: la posición de “desventaja” que las mujeres aún sufren en comparación con los hombres y el “uso generalizado de contratos temporales”, que considera un freno al “crecimiento potencial”. “Cohesión social” del país.

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Pobreza infantil

La Comisión identifica las causas y consecuencias de esta precariedad utilizando indicadores que intentan medir el desempeño en el llamado pilar social. Y estos muestran que la tasa de deserción es “todavía alta”. El informe admite que la única área en la que ha habido “algún progreso significativo” ha sido la modernización de los servicios públicos de empleo, pero continúa viendo “barreras a la movilidad laboral” que reducen las oportunidades para los solicitantes.

La otra gran tarea por delante es enderezar la “desigualdad en ingresos y oportunidades” que, según el documento, “persiste” en España. La Comisión reconoce que el aumento del salario mínimo interprofesional en un 22,3% “podría ayudar” a reducir el volumen de trabajadores que viven en la pobreza. Pero, como lo ha hecho en informes anteriores, advierte sobre los efectos secundarios de esta medida, especialmente para los trabajadores jóvenes y poco calificados.

“La proporción de personas en riesgo de pobreza o exclusión social disminuyó ligeramente en 2017, pero aún es alta, particularmente entre los niños”, indica claramente el documento. El estudio recuerda que el peligro de caer en esta situación es mayor entre los trabajadores temporales, aquellos con bajas calificaciones e inmigrantes de fuera de la Unión Europea. Y concluye que España no está bien armada para combatir este fracaso social: el gasto público en prestaciones familiares es equivalente a “la mitad de la media de la UE” y, además, debería centrarse mejor en las familias de bajos ingresos.

Las pensiones, un problema para las arcas públicas

El próximo gobierno tendrá que encontrar un equilibrio complicado para enfrentar el triple desafío que, según el borrador del informe, la Comisión propone: seguir creciendo, enderezar las cuentas públicas y reducir la brecha social. Y es especialmente así porque, como señala el documento que se enviará al Colegio de Comisionados el miércoles, la deuda, aunque se ha reducido, todavía representa una fuente de vulnerabilidad.

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Como Bruselas advirtió anteriormente, la deuda pública representa un riesgo para la sostenibilidad de las finanzas públicas a mediano y largo plazo. La Comisión Europea predice que esta bola se habrá reducido al 96.9% del PIB en 2018 y que continuará reduciéndose hasta 2020 debido al crecimiento económico y “un pequeño superávit primario” desde 2019. Sin embargo, advierte que si se está tomando teniendo en cuenta el ciclo económico “el déficit del Gobierno de España sigue siendo persistentemente alto”, especialmente porque el nivel impositivo es bajo con respecto a los gastos.

El borrador del informe también se centra en la sostenibilidad del sistema de pensiones. La Comisión considera “probable” que las “desviaciones temporales recientes” de la reforma de 2013 (las pensiones para 2018 y 2019 aumentaran de valor a medida que aumentaba el costo de vida) y planea “restablecer el vínculo de las pensiones con el consumidor”. índice de precios “supone un aumento en el gasto” significativo “a mediano y largo plazo. A menos que, agregue, se adopten medidas compensatorias adicionales.

Pero este no es el único factor que pone a prueba la sostenibilidad del sistema de pensiones. También lo es la inseguridad laboral, en la que Bruselas insiste en todo el documento. Los autores del informe señalan que el tiempo de trabajo es un problema. “Las carreras incompletas y rotas”, sostiene el documento, dan como resultado “bajos derechos de protección social” y pesan sobre “la suficiencia y sostenibilidad del sistema de pensiones” en España.

El documento también evalúa otros aspectos como la competitividad de la economía española, la deuda privada o la investigación e innovación. La mejor parada para España está en la sección de medio ambiente. Los últimos datos disponibles para la Comisión indican que las energías renovables tenían una cuota de mercado del 17,5% en 2017. “España está progresando bien para alcanzar el objetivo del 20% de 2020”, añade.

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Aun así, como siempre, la Comisión evita la complacencia con un tirón de orejas y reprocha a España que las emisiones de dióxido de carbono de los vehículos estén aumentando. “Se requieren más acciones para mejorar la transición hacia una movilidad limpia y sostenible”, concluye.